top of page

8-2 en el último minuto

El otro día, hablando con mi amiga Montse para preguntarle qué tal le iba la vida, me contó una anécdota genial, que aglutina, desde mi punto de vista, lo que debía ser la esencia del fútbol base.

Ella, navarra por los cuatro costados, me decía como solo ella sabe que su hijo de cinco años, Aitor, el otro día había perdido un partido. Con esa edad imagino que el joven futbolista jugará en una liga de escuelas de su ciudad, Pamplona. Aitor es un niño que no vino con un pan debajo del brazo, sino con un balón.


Le recuerdo bien pequeño en la plaza, hipnotizado por el influjo del balón, comiéndose las horas de la tarde imaginando el tiro a puerta, el pase o el regate perfecto, corriendo sin parar, rebozándose en el suelo cuando la situación lo requería. Entonces jugaba a ser Oier, o si se ponía en su portería imaginaria, se convertía de inmediato en Andrés Fernández. ¡Un espectáculo!


Aitor ama el fútbol de una manera irracional, es lo que le apasiona. Mi mente de adulto, no logra comprender cómo ha podido desarrollar un instinto, me atrevería a decir, casi innato por este deporte. Siente el fútbol como sólo lo puede hacer un pequeño de cinco años.


Pues bien, el otro día ni más ni menos que su equipo perdió 8-2. No estamos hablando ni de un 1-0, ni de un 2-0, ni de un 3-0… de un 8-2 ni más ni menos. Tratando de ponerme en su cabeza no imagino una afrenta mayor para un futbolista de su calibre, que vive el fútbol las 24 horas del día. Encajar ocho goles jugando de defensa central es difícil que no afecta a tu autoestima y autoconfianza. El caso es que mi amiga Montse, al saludarle nada más salir del vestuario, preguntó a su pequeño:


– ¿Qué tal Aitor? –y Aitor respondió–: – Hemos perdido 8-2 en el último minuto.


Llevo toda mi vida en el fútbol, y escuchar esa respuesta del joven futbolista no sólo me hizo sonreír sino que puso a funcionar todos mis mecanismos lógicos para tratar de entenderla. Para ser honesto, todavía no sé si lo he conseguido. Evidentemente se trata de una afirmación rotunda y clara que contiene, para empezar, competición, tal y como demanda el fútbol en cualquier de sus manifestaciones. En este caso Aitor la eleva a la categoría de competición sana.


No tengo ninguna duda de que el pequeño central cree que si no les llegan a meter el 8-2 en el último minuto, otro gallo les hubiera cantado. Muestra respeto a los compañeros propios y rivales, así como asunción de responsabilidad, tan extraña de ver en los tiempos que corren. No carga contra ningún tercero, ni echa la culpa a nadie. Por último, se intuye un deportista totalmente centrado en lo que tiene que hacer en el campo: jugar al fútbol hasta el final.


Ahora bien, una vez hecha esta reflexión, lo que martillea mi pensamiento es la siguiente pregunta: ¿Qué les vamos metiendo a nuestros niños futbolistas en la cabeza para que progresivamente vayan perdiendo esa pureza?

Aitor, con tan solo cinco años entiende perfectamente que lo importante en el fútbol base son los objetivos de realización y no los de resultado. Lástima que no todo el mundo lo tenga tan claro como él. Gracias, Aitor, por la lección.

Publicado en:

http://www.blanquivioletas.com/2016/02/16/8-2-en-el-ultimo-minuto


Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
No hay tags aún.
Síguenos
  • Twitter - Black Circle
  • Facebook - Black Circle
bottom of page