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Inercia emotiva

Un amigo navarro, Patxi, un buen día me dijo que la afición del Real Valladolid tenía poca inercia emotiva, queriendo decir que se arropaba al equipo más o menos en función de los resultados. Cierto o no, la realidad es que el forastero que viene a Zorrilla percibe ese comportamiento. Creo que, poco a poco, los incondicionales blanquivioletas vamos cambiando esa apreciación que se tiene de nosotros. Dejémoslo ahí.


Yo, desde entonces y como entrenador, seducido por lo gráfico del término, lo incorporé a mi lenguaje futbolístico para definir la fortaleza emocional de un equipo. El Real Valladolid ha tenido un comportamiento muy estable durante toda la temporada. Ni grandes sentimientos de alegría en el juego, ni grandes tristezas. Creo que este, de momento, es un gran valor que atesora la plantilla y el cuerpo técnico. Sin embargo, contra el C. D. Lugo pasó algo raro. Desde mi punto de vista, por primera vez en toda la temporada Rubi tiró jugadores al campo sin más coherencia ni plan que acumular gente con calidad para ir a por el partido, que finalmente terminó en empate a cero.


Mi percepción como espectador fue que el equipo se desequilibró emocionalmente. Comenzó el encuentro con un 1-4-2-3-1, con dos mediocentros poco creativos, pero de contención y equilibro, como Timor y Leao. No es la primera vez. Hasta ahí, todo normal. Sin embargo, en la segunda parte ambos mediocentros fueron sustituidos y se quedó únicamente Álvaro Rubio como mediocentro específico: creativo y trabajador, pero no tan equilibrador como los mencionados. De un planteamiento inicial se pasó a prácticamente el contrario. Tal y como yo veo el fútbol, la dimensión psicológica, el mundo de las emociones que provocan sentimientos en los futbolistas es de vital importancia. Citando a Jorge Valdano: “El fútbol es un estado de ánimo”. El problema no es cambiar diametralmente el planteamiento, sino hacerlo improvisadamente, sin una base previamente entrenada. No nos engañemos, la mejor improvisación es la trabajada con anterioridad. Las sensaciones provocadas en el equipo cuando se toman este tipo de decisiones, en mi opinión, ponen en duda la inercia emotiva que se lleva. Se trata, por tanto, de un detalle que hay que cuidar. Por supuesto, aunque siempre es mejor acelerar la inercia, al menos hay que intentar no frenarla.


Contra el Alcorcón, el Real Valladolid estuvo igual de atascado que contra el C. D. Lugo pese a la victoria por 1-0. Curiosamente Rubi apostó por el mismo once inicial, pero esta vez los cambios fueros coherentes, con lo que emocionalmente el equipo no se llevó ningún arañazo. Todo lo contrario: existe el sentimiento de que hay una línea trazada y, pase lo que pase, a estas alturas de la temporada debe seguirse hasta el final.


En resumen, dos partidos muy pobres desde el punto de vista futbolístico, donde el equipo local tuvo un comportamiento discreto. Pocos patrones de juego destacables, salvo destellos puntuales por la banda izquierda de Mojica cimentados en su velocidad. La gran diferencia fue que en el primer partido el entrenador tomó decisiones atípicas que hicieron que el partido se volviera loco y se corrieran riesgos. A tenor de lo visto en el segundo partido, en el que el equipo al menos estuvo serio en defensa y sin conceder ocasiones de gol, la inercia emotiva del conjunto blanquivioleta sigue intacta.

Daniel Juan Sánchez

Publicado en http://www.martiperarnau.com/articulos-de-futbol/inercia-emotiva/


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